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Cada autopista tiene sus muertos. Cada vía alquitranada. Y algunos nunca las abandonan. Pero los fantasmas de las carreteras no son lo más peligroso que acecha sobre el asfalto: bajo el sol que lo recalienta y el espejo de las noches circulan agentes de poderes superiores en la forma de aquelarres motorizados, carroñeros de gran tonelaje y transportes hacia espacios que habitualmente solo visitamos en nuestras pesadillas. Cuando un alma ajena a todo ello se ve envuelta en la vorágine, solo puede ser testigo de los horrores que va encontrando a su paso.
Esta es una historia sobre cruces de caminos. Una ronda para Carpenter y Barker. Una salve a Kavinsky y Beksiński. Incontables dimensiones de locura y dos desconocidos en un coche oyendo la radio.
El mosaico en la mirada de la mosca. Depredadores y presas atrapados en un juego de espejos. Una pistola con rayas de tigre. Todos los colores del océano en sus ojos. La cabeza de un reptil coronada por una cresta. Tuberías como arterias y el zumbido de un enjambre. La espiral de hierro entre los muslos, marcando el centro del laberinto. El tatuaje de un puñal brillante por el sudor. Estiletes y tenazas y sierras para cortar huesos. Esqueletos temerosos de mirar bajo la máscara. Más allá de la sangre.